Trabajo de la semana: Danny Brown - Atrocity Exhibition (2016)

Trabajo de la semana

¿Por qué?

Claramente por su comienzo, esa instrumentación blues que avanza tropezándose con cubos de basura en cualquier pueblucho sureño de mala muerte. Las guitarras y los sonidos rotos, el sudor insufrible. Unos pocos segundos le bastan para pulirse la errática propuesta country de Yelawolf y si no te lo crees atento a esa tonalidad, la tensión de no poder más con su vida. Pero sobre todo por cómo nos la ha colado con su ritmo analógico cuando en la portada nos prometía un álbum por el cual surfear la deep web.

Y no esperes encontrarla en los siguientes cortes y sí toda una gama de excentricidades. “Tell Me What I Don’t Know” combina la sirena de un barco hundiéndose, los pitos de partido de futbol de alto riesgo y las guitarras sesenteras, como si Danny Brown viviera a través de su música todas esas vidas que tuvieron a su alcance los blancos de décadas pasadas pero no él ni los suyos –otro ejemplo, “Rolling Stone” y esa combinación entre un bajo drogado en la época de la psicodelia y un estribillo sacado del registro de Kele Okereke en Bloc Party; o el regusto exploitation de “Dance in the Water”. Sin embargo, el de Detroit no tiene nada más que un fraseo nervioso que traspasa imaginarios como quien pasa de fotos de instagram con un dedo. Por eso cuando rapea según los cánones actuales suena a paranoia, dando la sensación de que no encaja en este presente digital pero tampoco en un pasado que no existió. Los retazos sonoros antiguos que va recolectando por el camino no pueden ser sino fragmentados, pese a que él los intente juntar a través de su fraseo.

Conforme pasan los minutos crece una frustración que explota en “Really Doe” con un horrorcore infantiloide a la Tyler, the Creator –junto a Kendrick Lamar, Ab-Soul, Earl Sweatshirt y producido por Black Milk. Ahí no acaban sus excentricidades pues “Lost” combina el sonido del Hollywood clásico con una trompeta febril, provocando que nos perdamos en ese extraño mundo, flotando a través de sus tonos llenos de recovecos sin llegar a ningún lugar. Y qué decir de “Ain’t it Funny” en su particular reinvención del ‘hardcore boogie’ con esa big band sonando a gran atasco en una ciudad metida dentro de un microondas; a cada tema que pasa sube un poco más la temperatura. Para “Golddust” ya estamos sin camiseta pero no es un streaptease sino una disolución dentro de un mundo de dibujos alocados a lo Tex Avery revueltos entre un film de Robert Rodriguez. Porque esa otra de las constantes de este álbum, el caminar por la geografía de la frontera –mental o física– que también se deja notar en temas como “White Lines” donde figuritas animadas persiguen Danny Brown o “Pneumonia”, la mezcla entre el niño enfermizo e imaginativo al que no le dejan salir de casa, obligado a currar en una trap house.

La vuelta de tuerca del mundo idílico de Kid Kudi convertido en pesadillesco terminará en un regreso imposible al hogar bajo las prisas y los toques grime de “When It Rain” –acaso el género que mejor sabe explotar los estados mentales descritos, del frenesí cuando no hay nada que hacer. ¿Qué queda entonces? Anestesiarse esperando el amanecer, “Get Hi”, o el suspiro de trascendencia de la última “Hell For It”.

@eserregeio

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