Con este cuarto volumen el de Houston pone punto final a su peculiar recorrido vital que comenzó el año pasado con Hogg Life: The Beginning. Llegamos así al culmen de su madurez, cima que encierra asimismo un interesante álbum conceptual.
El “King” que abre el trabajo saca a la luz algo enterrado bajo ese sonido sureño oscuro y amargo que se ha apareado tanto con el EDM que le están comenzando a salir hijos tontos: Unas atmósferas épicas que tanto encandilaron en su momento a otros emcees del sur como T.I.. Con la actual revalorización de la susodicha zona es un buen momento para apreciar todos esos subgéneros generalmente desdeñados por el dominio del noreste, más teniendo en cuenta la impecable producción.
Pero al margen de la línea sonora llama la atención la dimensión puramente vivencial del trabajo, con temas como “Enemy”, con ese toquebrass de fondo, o “Family” y sus sintetizadores rozando el chopped & screwed. No es casualidad entonces que los títulos sean tan cortantes pues son conceptos antes que simples palabras, haciendo que el álbum se estructure como una jerarquía de los principios que poseen valor para el viejo Slim Thug: Lo más importante es ser el rey de uno mismo y, por ello, superar las enemistades fútiles, lo siguiente la familia, sólo después estarán los negocios y el dinero. Palabra de anciano que aconseja a sus parientes ahora que estos reinan, no faltando en semejante reunión familiar gente como Z-Ro o Boosie Badazz.
A pesar de que la segunda mitad del trabajo flojee un poco y nos deje cierto regusto amargo, como si estuviese repitiendo las batallitas, merece la pena la maratón por estos cuatro volúmenes, ateniendo al arco que plantea, a lo que dice, a cómo lo dice y, sobre todo, a su sonido sureño.