Trabajo de la semana: Yung Lean - Frost God (2016)
Le debía a Yung Lean un ‘trabajo de la semana’ tras sacar ese impresionante Warlord hace unos meses, fácilmente uno de los álbumes del año. Hasta entonces y pese a la legión de seguidores que tiene el de Estocolmo, su propuesta no me llegaba a convencer del todo, me causaba dificultades situarlo en la misma liga que Bones, desde mi punto de vista el máximo exponente de esos chavales blancos a los que les prometieron el mundo para después abandonarlos en una gasolinera.
Hasta entonces captaba la actitud irreverente del escandinavo, su aproximación a la escena a través de la burla, del inadaptado y su subversión de clichés, ok, le pillaba la onda pero no sentía su música. Con el citado Warlord la cosa cambió, aumentando la sensación de desamparo y, sobre todo, de hundirme en la oscuridad sin frenos, haciendo todo lo posible por acelerar la marcha. De ahí la alegría al toparme con este Frost God casi por sorpresa.
Sin embargo el panorama que nos vamos a encontrar difiere del anterior largo para abrazar toda su carrera. “Back at It” posee aquella firma que hace que si no te gusta Lean no halles ninguna razón para cambiar de opinión, en el caso contrario, te quedarás adherido a una base cruda y el nihilismo y la chulería de una trap house negra sin nada más que recovecos vacíos. Donde debería haber dolor o desesperación no hay nada, tampoco burla, siendo precisamente esa vacuidad la que define su sonido –al menos en su vertiente más luminosa, imaginaros cómo es la otra. “Hop Out” con Luckaleannn funciona como la contracara del anterior tema, más comedida pero manteniendo esa reformulación del trap que en lugar de retorcerte violentamente, diabólicamente, nos obliga a quedarnos quietos, congelados, mientras el resto de la gente interacciona. De ahí lo de ‘frost god’, denominación que apunta antes a su sonido que a su geografía.
Comprobamos, dentro del marco en el que se inscribe, cómo el de Suecia posee varias dimensiones. Otra totalmente distinta es la que vamos a escuchar en el tema con más capas del trabajo, “Hennessy & Sailor Moon” junto a su colega Bladee, acaso la canción que mejor nos permite comprender las yanquificadas miserias del norte de Europa. Allí donde se une Basshunter con ABBA y el black metal, la inteligencia aguda y los problemas mentales, el pop y su transgresión; el suicidio con la ternura. Por eso al cantar su melodía siempre nos va a remitir a un tema que no será el suyo, más alegre, siendo incapaces de extraer a través de nuestros labios toda la tristeza que éste conserva, pudiendo confundirla con algo comercial a pesar de que guarde un poso amargo –salvando las distancias, algo similar a lo que le sucedió a Blink 182 cuando coqueteó con lo emo.
Y con el cuarto “Cashin”, a pachas con Adamn Killa, obtenemos el póquer gracias a ese comienzo gélido más propio de la electrónica ambiental que de cualquier fusión rap con la música club actual –otro ejemplo lo constituye esa inocencia que intenta crecer en “Head 2 Toe” y de la que sólo brotan estalactitas, cercenadas en “Get It Back”, una especie de versión irónica del comienzo del álbum. Panorámica que da lugar a un trabajo mucho menos rabioso y con menos pegada que aquel monumento al dolor llamado Warlord –salvo excepciones como “Crystal City” de la mano de A$AP Ferg, que bien podía haber sido firmada por TeamSESH–, pero que también tiene sus recompensas en forma de susurros vaporosos, gestos leves y una quietud difícil de encontrar dentro de este tipo de sonidos.
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