Los medios mencionan a LCDM sacando a la palestra el debate de la libertad de expresión
Venimos de vivir un par de años en los que, no solo el rap, si no buena parte del espectro artístico de nuestro país ha sufrido castigos y penas por delitos de opinión de diferente clase, demostrando que la libertad de expresión en nuestro país, no es que esté a la orden del día. Aunque todo depende claro, de los temas a los que hagamos referencia.
Un caso paradigmático a este sentido (y lo es principalmente por lo ridículo de su razonamiento) ha sido el del actor Willy Toledo, que compareció en juicio por literalmente "cagarse en Dios" a través de sus redes sociales. Un caso que muestra el nivel de exageración al que llegan algunos casos, y que nos da una pequeña pista de que espectro de nuestra sociedad es la que controla lo que es un delito de opinión y lo que no.
En el ámbito del rap, nos encontramos a los dos casos de referencia.
Por un lado, tenemos a Pablo Hasel, que cumple actualmente condena posus declaraciones en Twitter, y Valtonyck, exiliado en Bélgica. Principalmente, por sus declaraciones y "amenazas" a la corona española. Hay casos de menos renombre pero idéntico resultado, como el caso de La Insurgencia, en la que todo el colectivo fue detenido.
Fue famoso también el caso de los gemelos Ayax y Prok, referentes populares del rap español actual por su tema Polizzia, cuyo videoclip se veía afectado por la Ley Mordaza.
Supuestos casos de delitos de opinión en los que los elementos de crítica, al igual que en el de Willy Toledo, atacan a un sector de la sociedad que si que parece poder decidir que es delito a la hora de expresar tu opinión y que no. Mientras tanto, podemos ver en las noticias expresiones de carácter fascista, relaciones de altos cargos políticos con eventos franquistas, y otros detalles de la misma índole, en los que aparentemente no se enaltece nada, y por tanto, se tratan con impunidad.
¿Y esta chapa a cuento de que?
En este contexto, los grupos (raperos y no raperos) que desarrollan en sus letras temáticas de contenido sociopolítico, se ven amenazados. En nuestra entrevista con el gallego SonDaRúa, que tienen un alto contenido de crítica hacia el estado español, admitían que a la hora de crear nuevos temas estos sucesos se les pasaban por la mente. No adulteraban sus letras por ello, pero era una preocupación latente.
Hace apenas unas semanas, se celebraba el XV aniversario de Los Chikos del Maíz, un multitudinario concierto que celebraba la trayectoria del referente del rap social de nuestro país, con un discurso claramente antifascista y anticapitalista. Un evento, que parece haber sacado de debajo de las piedras todo tipo de reacciones.
Aunque puede que con una causalidad directa, se publicaba también en el Diario Vasco un artículo de revisión sobre la investigación de un profesor de Historia de la Universidad Isabel I, en el cual se destacaba la falta de referencias a las victimas del conflicto etarra en "grupos y raperos alternativos", frente a la referencia "proetarra" de los mismos.
Lo cierto es que principalmente, se mencionan grupos de rap, incluidos LCDM, por lo que la orientación del artículo esta bastante clara.
¿De qué va esto?
En la interpretación del Diario Vasco del mencionado artículo, se realiza una comparativa entre la situación actual de esta parte de nuestro panorama musical con la situación del rock radical vasco, en cuanto a la representación de estos elementos, lo cual no tiene ni pies ni cabeza si tenemos en cuenta que estamos comparando una escena de carácter nacional, con artistas procedentes de contextos sociales muy diferentes con una escena local, que si ciertamente era radical, surgió de una situación de tensión social y una sobreexposición a las consecuencias del narcotráfico en la que las instituciones gubernamentales y policiales jugaron también un importante papel, y no para bien.
Parece que nos hemos olvidado muy rápido del relato de El Pico de Eloy de la Iglesia, y de que el País Vasco fue una olla a presión en la que la mayoría de la sociedad se veía comprometida entre dos frentes sin posibilidad de escapar. Así que la comparación con la escena del rock radical vasco, no tiene mucho sentido.
Lo cierto es que, en esta crítica se obvia ciertamente la etapa cronológica del grupo terrorista a la que se suele hacer alusión en el imaginario musical actual, más centrada en el momento de la represión franquista de posguerra, siendo el atentado a Carrero Blanco, el target favorito de los artistas. Quizá este sea el único motivo de enlace entre ambas escenas, junto a la dura crítica a la monarquía.
Teniendo en cuenta estos argumentos, el que en el contexto actual se haga referencia a las víctimas del terrorismo es un rara avis por lógica: La mayoría de los artistas implicados en estos problemas, no son vascos, eran infantes cuando se dieron estos eventos, y en cuanto a los que tenían edad suficiente para valorarlos, hay que recordar que el rap es eminentemente el género musical de la actualidad. Habla del presente y lo representa, por lo cual, traer a coalición el conflicto etarra con el franquismo tiene lógica (ya que el poso social del franquismo está claro) mientras que el conflicto etarra per se, se extinguió hace casi una década.
La verdadera cuestión: La libertad de expresión
Rompemos una lanza a favor del autor en cuanto a su postura con la libertad de expresión. Esgrimiendo la paradoja de Popper con respecto a la tolerancia, admite que las condenas en firme ante este tipo de declaraciones son un sinsentido.
Pero este enlace con respecto al problema esgrimido anteriormente, ciertamente plasma solamente una fracción del problema en sí. Centrarse en estas supuestas representaciones del terrorismo (exageradas por otra parte, pues no son ni de lejos comunes ya que insistimos en que los raperos tocan sobre todo temáticas actualistas) y los problemas de libertad de expresión que enfrentamos no es una representación real del problema.
Recordemos los casos que hemos mencionado en el contexto: Son casos principalmente de ataques a la Corona Española, a la religión o a las instituciones policiales. Casos que independientemente del tono, buscan una crítica social y institucional, que como podemos ver incluso en medios de prensa como el que publica esta revisión, están bastante fundamentadas, o tienen suficientemente argumentación como para realizarlas.
La música actual no está amenazada en su libertad de expresión por las referencias a un grupo terrorista extinto. Están amenazadas por la crítica ignorada y exacerbada a unas instituciones actuales, funcionales, y que en muchos casos muestran un lado corrupto considerable. Y para constatar si estas críticas tienen una base o no, solo hay que tirar de hemeroteca. Por tanto, este estudio tiene un punto de atención excesivamente específico, que obvia bastantes variables muy influyentes en esta situación.
Por otro lado, volvemos a relacionar el contexto introductorio de este artículo: El problema es que estas críticas, estas expresiones, sean condenadas tan duramente, mientras otros sectores de opinión pueden desarrollarse impunemente. Porque una vez más, diversas referencias fascistas, franquistas, misóginas, y de otras formas de expresión de intolerancia, son pasadas por alto, son ignoradas, mientras hay artistas en prisión por críticas a la Corona.
Tampoco sufren el mismo elemento de crítica las expresiones musicales con un claro tono machista, aún cuando en lo que llevamos de año ya ha habido 43 víctimas de la violencia de género.
La necesidad de objetividad y de ver la cuestión al completo en el arte
Por resumir, condenar las expresiones artísticas, y esgrimirlas como una consecuencia "que hay que aceptar" de la libertad de expresión, mientras a nivel social podemos apreciar un claro doble rasero en estas cuestiones, no aporta nada a esta cuestión, y no ofrece un punto de vista objetivo de la misma. Está bien realizar este tipo de estudios, está por supuestísimo bien, defender a las víctimas. Pero se le está dando una importancia a un hecho insignificante en medio de un océano de problemas de libertad de expresión.
Alentar los conflictos sociales es ciertamente condenable, pero utilizarlos a favor de "X" argumentaciones, obviando la complejidad de las problemáticas sociales que implican, y más las problemáticas actuales cuando establecemos una relación con un momento histórico anterior, tampoco es que sea plato de buen gusto.
Como cierre, nos gustaría referenciar a Ignatius Farray, y su declaración de que ya se puede hacer bromas sobre los Neandertales, porque ya han pasado más de 30.000 años. Pues eso, a veces con las referencias no hay que buscarle tres pies al gato ni condenar a la gente.