Opinión: Sobre rap, freestyle y odio.
Las últimas semanas han sido una locura y han generado situaciones alarmantes en el freestyle en particular, y en el mundo del rap como tendencia general. Y en este caso no venimos a hablar de artistas o competidores. Si no de fans, de hooligans y en general de público irrespetuoso.
Si hace unas semanas vivíamos una situación realmente incómoda en el freestyle (que, por otro lado, se resolvió pronta y adecuadamente) más incómoda fue la reacción de buena parte de las redes al suceso, y especialmente para con los implicados.
Obviamente, esta reacción no nace en este momento, trae un poso que ha ido creciendo poco a poco, hasta que ha encontrado un suceso que diese pie a explotar. Y vaya si ha explotado. Pero es que incluso hemos visto en los últimos tiempos este tipo de comportamientos en redes cuando hablamos de x artistas, de sus cualidades y defectos.
Obviamente en el apartado artístico siempre hay una mayor subjetividad, y podemos no estar de acuerdo con la opinión de otras personas. Pero esto no nos justifica para insultar, acosar o incluso amenazar a alguien simplemente porque su opinión choque con la nuestra, y no es permisible perpetuar estas actitudes en las redes.
Y menos a día de hoy, cuando estos espacios son vitales en muchos casos para que los artistas que nos gustan sobrevivan, difundan su trabajo y puedan comer de su arte. En este artículo queremos criticar lo que ha pasado estas últimas semanas y razonar sobre porque esto no debería suceder, ya que solo implica pasos atrás en la cultura.
La hooliganización del freestyle
La profesionalización del freestyle ha traído consigo muchísimas ventajas. Lo más importante, que los propios competidores puedan vivir de lo que antes solo era un hobby. Pero también lo ha acercado a la sociedad, y lo ha abierto a públicos que nadie se habría imaginado antes.
Además, aunque inicialmente supuso también un retroceso de las competiciones con menos medios, parece que estas están volviendo a resurgir, por lo que hay una convivencia entre ambos formatos. Hay espacio para todos, vaya.
La parte negativa de todo este proceso, que se está manifestando con fuerza en esta última etapa, es su hooliganización. Cuál liga de futbol con sus ultras, buena parte del público por el motivo que sea adopta a x competidores como favoritos y los defiende a muerte a niveles que rozan la locura.
Este fenómeno se amplifica cuando hablamos de competiciones internacionales, donde además hay una identificación como país con el competidor.
Ese seguimiento ciego ha ido creciendo desde que este proceso alcanzó unas cotas de público altas, dejándonos escenas tristes como la de Aczino en Perú en la Red Bull Internacional 2016, donde fue abucheado por el público al enfrentarse contra el competidor nacional.
Sin embargo, hace un par de semanas pudimos apreciar la escalada de odio que ha supuesto la formación de este tipo de seguidores en el freestyle, cuando ante la victoria de Sara Socas por la retirada voluntaria de Sweet Pain, esta y el jurado fueron objeto de un auténtico acoso y derribo en redes.
Es importante recalcar, que independientemente de nuestro posicionamiento ante casos como este, aunque creamos que es una injusticia, aunque no estemos de acuerdo con la resolución, nada justifica que persigamos o ataquemos a los implicados. Hablamos de este caso porque es reciente, pero podríamos aplicarlo a muchos otros.
Una cosa es la crítica constructiva, que como su nombre indica, aporta algo a la situación, ayuda a mejorar o a solventar problemas, y otra cosa es el acoso, que no solo no aporta sino que ayuda a socavar el ánimo y la motivación de esas personas que admiramos por lo que hacen y que se ven expuestas a todo este movimiento.
A raíz de lo sucedido, por ejemplo, desde FMS y Urban Roosters se ha propuesto la creación de un comité que supervise la actuación de los jueces, y se asegure de esta forma si puede haber un conflicto de intereses en sus decisiones. Una medida que obviamente no está de más, pero a la que se podría haber llegado de forma menos desagradable.
Buena parte del público del free, que además obviamente ha aterrizado en el mismo recientemente, ya que su crecimiento ha sido exponencial, olvida el respeto a la figura de los jueces, por un lado, que son aquellos que saben realmente y llevan desde el minuto uno en el mundillo (aunque puedan cometer errores), y a la organización que le ha dado la vida a esta escena, por otro lado, la cual se ve demonizada por actuaciones que escapan a su control.
Si de verdad se piensa que una deliberación es injusta, generar todos estos problemas a estas partes implicadas es bastante injusto también. Ya no hablamos de Sara Socas, que sin comerlo ni beberlo ha recibido auténticas burradas en sus redes.
¿A qué nos lleva todo esto?
A progresar desde luego no. La mayoría de las figuras profesionales del free han condenado este tipo de actitudes. Algunos de los implicados incluso han comunicado su pretensión de alejarse temporalmente del freestyle, ya que se veían atacados a la mínima de cambio.
Una escena que ha crecido tanto, que ha sobrepasado barreras y estigmas de una forma tan apabullante, ahora se encuentra ante la situación de que parte de sus propias bases son las que socavan todo este proceso. De locos.
En el rap en general, aunque de una forma menos obvia y con unas repercusiones menos explícitas, también encontramos estas actitudes a manos llenas. Si no es el artista que me gusta mal. Si es mainstream mal. Si no es mi colega mal. Si el grupo no tiene 20 años de trayectoria mal. Si el grupo tiene más de 5 años de trayectoria, pollaviejas. ¿Dónde está lo correcto entonces?
Rozamos en muchos comentarios el racismo, el machismo, y muchos otros ismos que deberían darle vergüenza a gente que se supone que escucha música "reivindicativa", música que nace de la necesidad de mejorar la realidad, de reivindicar las cosas que se hacen mal.
Se juzga con una doble vara de medir, sin admitir la pluralidad artística de la que gozamos hoy en día, y además con un respeto inexistente que lleva a expresar las ideas de forma violenta y destructiva para con la escena.
Y sinceramente esto ya no va de Hip-Hop. Entiendo que a día de hoy, una buena parte del público que escucha rap o que disfruta del free se la suda el Hip-Hop y la filosofía que hay detrás. Y tampoco me parece mal, tienen todo el derecho de acercarse a esta cultura, pero no meterse en ella si no quieren.
Esto va de ser personas. De ideales de civismo que deberían ir más allá de la pertenencia a un movimiento. De tener empatía con la gente que está encima de un escenario expuesta a nuestra opinión. Opinión que, por otro lado, en muchos casos no es necesaria. No siempre tenemos que demostrar que somos superiores en gustos y que todo lo demás es una mierda.
A veces solo hay que pasar de largo. Como decía Tote en Búnker: "Odio las opiniones. La vida sucede al margen de las opiniones que insistimos en dar". Y como él, odio las opiniones innecesarias. La mía la primera en este artículo que no me ha pedido nadie. Pero al menos la mía no hiere a otra persona ni le hace sentirse una mierda.
Una cosa no quita la otra
Que no te guste un artista está bien, por supuesto. Que no estés de acuerdo con un juez de free, es lícito, y hasta puede que tengas razón. Pero nada de eso justifica los ataques, la persecución por redes, el acoso, las amenazas ... Porque en la música hay espacio para todo, lo que a ti te guste no va a desaparecer por convivir con aquello que no. Eso es lo bonito del arte, que hay espacio para todos.
Y además, por mal que pese, por mucha razón que puedas tener, esta actitud lo único que hace es deslegitimizarte, exponerte como un auténtico o auténtica imbécil con cero empatía, y además seguramente destrozar la salud mental de la persona que está al otro lado.
Y con ello pierde el panorama, pierde la escena, pierde la cultura, y perdemos todos.