"Lebron" es un disco maduro de una persona a la que no le hace falta vacilar
“Puedes ser lo que quieras en la vida” ahora todo a nuestro alrededor nos incita a creer que es verdad, que lo vas a conseguir, que nada es imposible. Los niños crecen rodeados de un positivismo contagioso que les anima a luchar por sus sueños. Y es bueno que alguien se lo diga. Pero después llegan las ostias de la vida cuando te enfrentas a la cruda realidad y descubres que, tal vez, solo tal vez, no puedas tener todo lo que querías.
Mi generación creció escuchando que lo teníamos todo muy fácil y el mundo nos esperaba con los brazos abiertos para que cambiáramos el destino, el mundo, lo que hiciera falta. No era cierto. Fue la primera mentira de las muchas que vas aprendiendo con el paso de los años. Desde pequeña sentí que algo dentro de mi cabeza iba a su rollo, que no encajaba con lo que tenía alrededor, que pensaba demasiado y preguntaba aún más. Supongo que escuchaba música, mi casa estaba llena de vinilos y crecí rodeada de sonidos. Pero nada de lo que sonaba me hacía vibrar, no lo sentía dentro, apenas me rozaba el alma.
Hasta que una Navidad pedí un CD recopilatorio de Hip Hop en español y escuché por primera vez su voz, yo tenía 15 años y escribía poesías. Luchaba contra la necesidad de encajar y la certeza de que las preocupaciones adolescentes no eran lo mío.
“Todo el mundo entiende y comprende lo que es mensaje, pero no entiendo esa obsesión por olvidarse el lenguaje, será ficción o realidad y que más da”. "Putas del Rap" es lo primero que recuerdo de Tote. La fuerza de su voz, la rapidez con la que rapeaba y el vuelco que sentía cuando lo escuchaba cantar. El Rap fue la primera música que elegí por mí misma y me pasaba las horas escuchando letras y llenando millones de cuadernos de locuras, obsesiones y quebraderos de cabeza. Descubrí el poder de la palabra y la versatilidad de la poesía en canciones que marcaron mi juventud y hoy esperan escondidas en el cajón de los recuerdos. Tote siempre iba un paso más allá que el resto, metía cultura en medio de sus rimas, de repente te hacía descubrir un libro, una canción, una película de esas que te cambian la vida. Escucharlo era un aprendizaje constante que no le dejaba tregua a la mente.
Me hice mayor mientras el mundo cambiaba y con el iba mutando este estilo musical. Hasta que un día decidí que ya no me representaba. Tonterías de juventud cuando te crees especial y sientes que si algo se hace famoso ya no vale lo mismo.
Me alejé de este mundo, de los conciertos que me daban ganas de vivir, de las letras que me enseñaban a ser fuerte y valiente y de todo lo que una vez significó para mi. Empecé a escuchar música más fácil, que no implicara pensar tanto, que suficiente tenía yo con las rayadas que traía mi cabeza de serie. Pero un día Tote volvió, mucho tiempo después sonó de repente y descubrí que seguía viva la ilusión de aquella niña que entendía que podía ser diferente.
Porque a mi el Rap nunca me vendió que todo sería posible, me enseñó que la vida estaba llena de mentiras y había que ser fuerte para enfrentarse a ellas. Así que recordé estas palabras “Únicamente veo calidad en los grupos que te abren la mente hacia la puerta de la realidad. Aunque entiendo de verdad que un nota que está harto de currar de lunes a viernes flipe y no me quiera escuchar” descubrí con rabia que me había conformado y decidí cambiar el rumbo. Volver al principio, retomar el origen de lo que pudo haber sido.
Y con este renacer en mi cabeza escuché Bartleby & Co y volvió a doler como antaño. Frases lanzadas como balas directas al corazón que te hacen replantearte qué mierda estás haciendo con tu vida. Ese punto en el que el cuaderno lleno de rimas te aprisiona, te hunde y te engancha en una lucha constante contra la cordura. Estar loco es complicado, y si nunca lo has sentido Tote te lo explica en su último disco. Para que entiendas lo que significa no entenderte, saber que en tu cabeza vive un universo que se le escapa al resto del mundo y que, si no lo sueltas, acabará por poseerte.
Tantos años después me he puesto el vinilo de Lebron en mi casa y sin darme cuenta me he descubierto sentada encima de la mesa, con las piernas colgando y la mente hirviendo de deseos, palabras y locuras. Así me sentaba cuando tenía 15 años y sentía que estaba descubriendo algo, aunque aún no supiera bien que era. Supongo que la vida era eso, crecer, enfrentarte al mundo y entender que todos cambiamos. Y que da igual lo que digan de ti, nunca será más fuerte que lo que te dices tú mismo cada día. Lebron es un disco maduro de una persona a la que no le hace falta vacilar, lo hacía antes de que estuviera de moda. Suena a toda una vida de éxitos, caídas y decepciones. Al disco que sólo puedes hacer cuando ya estás de vuelta de todo y, sin embargo, sabes que apenas ha comenzado el camino.