En los últimos años, hemos vivido un desarrollo muy importante de algunas de las disciplinas tradicionalmente asociadas al Hip-Hop. Todo el movimiento ha vivido una popularización llegando a mucha más gente que se ha implicado en él, pero dentro de todas las disciplinas que abarca hay dos que destacan en cuanto a la dirección que ha encarado su desarrollo.
Estamos hablando del breaking y el freestyle. Ambas disciplinas han vivido cambios muy grandes a nivel internacional.
Por un lado, el freestyle se ha vuelto un fenómeno de masas, que mueve adeptos en todo el mundo, convirtiéndose en el nuevo futbol, especialmente entre los más jóvenes. Por el otro, el breaking ha llegado a adquirir el reconocimiento suficiente como para entrar en los prestigiosos Juegos Olímpicos, lo que no supone poco.
Sin embargo, ambos procesos de crecimiento han venido de la mano de organizaciones como FMS o las federaciones de baile deportivo, que han desarrollado una labor tremenda para estandarizar y profesionalizar las competiciones y espacios donde se desarrollan, ya que para alcanzar estos niveles de reconocimiento social, es necesaria una cierta objetividad.
Sistemas de voto como el de FMS, el de la propia organización de los Juegos Olímpicos o del R16, se basan en la objetividad, en la forma de poner una nota que evite que los gustos subjetivos del juez influyan en el resultado.
Esto a priori suena como un avance en toda regla, pero es cierto que ha levantado más de una herida entre la comunidad.
El conflicto
La aplicación de los sistemas de voto, y los formatos necesarios para poder aplicarlos, acercan a ambas disciplinas mucho a otras disciplinas de carácter puramente deportivo. Y esto no gusta a una buena parte de la comunidad, y ciertamente con motivo, ya que el coste de la popularización parece ser en buena parte la esencia de estas.
Lo cierto es que a día de hoy un bboy profesional tiene una rutina prácticamente de atleta, lo que le acerca cada vez más al deporte. Un freestyler entra en dinámicas propias de una estrella de fútbol, con entrevistas previas, preparación de las batallas, etc.
¿Son, por tanto, el free y el breaking deportes? No tiene por qué. Cuando hablábamos con Bgirl Law, campeona nacional de España y posiblemente una de las bgirls de nuestro país con mayor proyección internacional y mejor nivel, nos comentaba que al final uno puede decidir hacia donde desarrolla su disciplina, y ambas vertientes no son incompatibles.
De esta forma, se puede desarrollar dentro del aspecto más competitivo, más deportivizado, y no por ello haber abandonado el aspecto más propio de la cultura asistiendo a jams o yendo a hacer corros en la calle. Lo mismo es aplicable al freestyle. En España tenemos la figura de Benet, que tras triunfar en el circuito competitivo, se ha retirado para tener un desarrollo mucho más artístico que sigue siendo 100% freestyle.
La dualidad
Lo que hay que entender es que ambas vertientes nunca estarán del todo desaparecidas en el desarrollo de estas disciplinas. Su carácter hace que tengan esta dualidad implicita en mayor o menor medida, y es algo que hay que aceptar y abrazar. Lo cierto es que el auge de la profesonalización no ha matado una tremenda escena mucho más basada en el aspecto artístico.
Son muchos los bboys y bgirls que triunfan en el mundo del baile aplicando lo que han aprendido en el breaking, y no por ello no dejan de tener rutinas puramente atléticas. Por poner un ejemplo.
¿Cual es la respuesta a la famosa pregunta entonces? Pues es que igual no hace falta buscar una respuesta. El Hip-Hop está en pleno cambio, y como todo aquello que cambia, tiene que encontrar un equilibrio entre todas sus vertientes. Nada es negativo per se, excepto el negar que ambas vertientes conviven en ambas disciplinas.