Locamente enamorado de la cultura juggalo no lo estoy tanto de su sonido estandarte representado por Insane Clown Posse. Sin embargo a Twiztid, formado por Jamie Madrox y Monoxide Child, le tengo un cariño especial, por lo que siempre se recibe con ganas la noticia de un nuevo lanzamiento, más aun viendo esa portada tan gráfica y poco sutil de estética comic que no cae en el estilo que abunda hoy en día –sobre todo en el terreno de las mixtapes.
Aunque de escuchar con ganas un trabajo a que éste tenga posibilidades de aparecer en nuestra sección hay un trecho e incluso salvándolo, como ha sucedido con este The Continuous Evilution of Life's Q's, existen otras tantas referencias que merecen la pena ser reseñadas. Es por ello que el onceavo álbum de los de Michigan siempre estuvo entre los candidatos de aparecer por aquí desde que salió hace unas semanas pero lo fui dejando en favor de otros músicos. Sin embargo, y a diferencia de tantos trabajos que pasan por estas líneas, no paré de escucharles a medio-corto plazo, por el contrario llegué al punto de revisitar algunos de sus trabajos previos –empezando por su The Green Book. Así, conforme Twiztid sonaban en bucle su último trabajo iba creciendo, funcionando a la perfección en aquellos instantes en que necesitaba un sonido de fondo que entrase bien en mis oídos cuando no sentía apetito por ningún tipo de música en concreto. Exacto, éste es uno de esos álbumes. Ahí se encuentra la clave de su fortaleza siempre y cuando le dejemos espacio por el que correr sin forzarle a nada.
El inaugural “Barely Surviving (Ride or Die)” es el mejor ejemplo del Detroit de 8 millas, por eso, antes de afirmar que el resto de raperos blancos se copiaron de su MC más insigne, este tema sirve para ilustrar lo contrario; el caldo de cultivo que fue esta ciudad convertida en un gran gueto a la hora de gestar ese horrorcore lenguaraz tan particular de los white trash y cuyo exponente más insigne lo encontramos en el primer Eminem. Así, las palabras atropellándose, como persiguiéndose para cometer un homicidio o para escapar de él, con un estribillo melódico que intenta difuminar semejante modo de vida con una sonrisa ácida, son partidas en dos por un fragmento de regusto acústico que nos permite comprender por qué un sureño como Yelawolf fue fichado por Shady Records.
Con el comienzo del siguiente “Are You Insane Like Me?” podríamos pensar en ese sonido del metal electrónico de grupos como I See Stars, los Linkin Park más obnubilados y tantos otros. Pero sólo necesitamos esperar un segundo para que lleguen las guitarras del estribillo, comprobando así cómo apuntan hacia otros derroteros más cercanos al ahora lejano nu metal, viniéndonos a la cabeza nombres como Static X, Mudvayne o Drowning Pool y tantos otros. Música que quizás tenga más sentido para quienes crecimos a finales de los noventa principios de los dos mil y que resulta una delicia ahora que ya no debemos ponernos a favor o en contra de esa ‘moda’, simplemente disfrutamos. Y dentro de esta figura del blanco pobre que deviene en una combinación entre freak circense y serial killer, redefinida en los noventa –recordemos también The Jim Rose Circus Sideshow–, el traje que mejor nos sienta es el enfermo y exquisito “Kill Somebody”.
A pesar de la dificultad de superar el nivel y la variedad del espectro sonoro de los tres primeros temas, las vocecitas en nuestra cabeza puede que se difuminen pero no se van. Y sino ahí está “Dead and Gone (Unh-Stop)”, el cual condensa todo lo visto hasta ahora, esa suavidad del estribillo propio del folklore del interior de los States, el ambiente insano y las guitarras burras generando subidas y bajones que no tienen nada que envidiar al dubstep –aunque también habrá espacio para acercamientos a lo Dope D.O.D. en “Psychomania” con Boondox, Blaze Ya Dead Homie, G-Mo Skee, Lex the Hex Master & The R.O.C. Algo que se repetirá con un tono más cercano al New wave of American heavy metal en “Nothing To You”, dejando al mismo tiempo espacio para sonidos más kitsch como “I Got These Feelings”, la explícita y relajante “Come On Let's Get High”, las dos dispares pero coherentes atmósferas de “That's Why They All Hate Us” o las sorprendentes sensaciones cálidas en títulos tan oscuros como “1k Hells 2 Find My Heaven”.
Pasen, griten y disfruten.
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