El año pasado por el 8 de marzo hicimos una reflexión acerca de la labor y impacto que tuvo Gata Cattana como rapera en el panorama nacional. Cómo su corta y prematuramente interrumpida carrera había inspirado a una generación de raperas, las cuales a día de hoy han cambiado muchos aspectos de la escena nacional, una escena que hasta hace no tanto, gozaba de talento y fuerza, pero también de una presencia latente del machismo en su seno.
Este año volvemos con una nueva reflexión: El cómo ha influido de forma general para el panorama el que muchas de estas artistas hayan plantado ya raíces, publicado trabajos de larga duración y, en general, asentado una base creciente de raperas que están cambiando preceptos y estereotipos muy asentados en el género en nuestro país hasta hace poco.
Y es que en apenas un par de años, hemos pasado de un panorama lleno de raperos, con algunos referentes aislados activos (cómo La Mala) o inactivos ya (cómo fue en su momento Desplante), a contar un con colectivo de raperas que influyen y tienen peso en la dirección que toma la escena.
Nuevos puntos de vista, llenos de frescura
El que se genere un colectivo amplio, variado, asentado de raperas, permite la introducción del punto de vista de las mismas en los mensajes que se insertan en las líricas. Desde las temáticas hasta el cariz que toman estas, podemos notar la diferencia que aporta el punto de vista de una mujer incluso a la hora en que se plantean una serie de barras de egotrip.
La representación de temáticas tan variadas como la sexualidad, experiencias vitales diarias, o incluso la forma en que se vive y percibe la cultura, han encontrado nuevas vías de expresión y opinión en estas nuevas artistas emergentes. El asociacionismo entre artistas ha sido también representativo, ya que se puede apreciar el apoyo mutuo, frente a un panorama masculino mucho más sectario.
También hemos apreciado desde la nuevas artistas en general un mayor peso de la experimentación, de la mezcla de géneros, reinvención de sonidos y en general, de renovación de sonidos que llevaban asentados desde hace mucho tiempo, como encontramos en la música de Lasole, Sofía Gabanna, LNDC o Lia Kali.
Estos detalles, aunque meramente detalles ya que seguimos hablando de hacer rap, a título personal a mi me aportan un frescor valioso cuando me pongo un disco como el de Onna-Bugeisha, Metamorfosis, Alas de Metal o Contra todo pronóstico, porque realmente los detalles en un disco en muchos casos marcan la diferencia.
Todo esto dejando a un lado que posiblemente tenemos actualmente en activo algunas de las mejores artistas que ha visto este país en el género.
Se notan cambios de paradigma ya en la escena
Si hablábamos hace un año sobre los motivos que han propiciado esta avalancha de nuevas artistas (la influencia de Gata Cattana, la colectividad, la popularización del rap en nuestro país, etc ...), también mencionábamos que características del mismo habían frenado el acceso de raperas al género.
El contar históricamente desde los 90 con un panorama tremendamente masculinizado y influenciado por la escena estadounidense, no favorecía para nada el interés y desarrollo artístico de las mujeres en este género. Ya hablemos de su estabilización como artistas, hecho que aún a día de hoy sigue siendo una tarea pendiente, como han denunciado repetidamente artistas que gozan de reconocimiento nacional e internacional, pero siguen con el acceso cerrado a la mayoría de grandes festivales y se encuentran con diferencias significativas de caché frente a sus equivalentes masculinos.
Sin embargo, nos encontramos señales de que esto está cambiando.
Los mensajes de igualdad, e incluso de carácter feminista proliferan cada vez más en el rap nacional. No solo desde las raperas. Este año hemos encontrado trabajos de grupos tan representativos del under español como 935, arrancando con un claro y directo mensaje feminista (por citar un ejemplo).
Por tanto, esta influencia, este cambio de vista, se extiende de forma genérica a un panorama que claramente se ha visto enriquecido por las aportaciones hechas por las nuevas artistas españolas.
Mucho trabajo por hacer aún
Esto no significa que hayamos llegado a una situación de equilibrio en la escena. El que haya artistas que aún reivindiquen el la falta de raperas en los grandes festivales, que noten diferencias de caché únicamente motivadas por el sexo del artista, o que encuentren más dificultades para vivir del rap pese a gozar de una repercusión notoria, son síntomas más que suficientes.
Artistas como la mejicana Snow Tha Product han hecho público lo difícil que les resulta conciliar su vida artística/profesional con su vida familiar, en parte debido a las presiones que sufre de forma externa por situaciones como, por ejemplo, el estar de gira mientras su hijo la espera en casa.
Además, hay que hacer notar que en general hablamos de raperas, pero otros aspectos de nuestra escena se encuentran en una situación mucho peor. Es asombrosa la poca presencia de mujeres en la producción musical, o en el papel del DJ, mientras en otros géneros como la electrónica su participación está mucho más extendida.
Este año encontramos además a Villano Antillano poniendo encima de la mesa el tema de las mujeres trans en el género, y destapando las cloacas del público que reaccionó de forma en muchos casos bochornosa al éxito de su single junto a Bizarrap.
Deberes que la escena nacional debería centrarse en remedar en los próximos años aprovechando esta ola de raperas llenas de fuerza y talento de la que gozamos ahora mismo.