En el mundo del arte urbano hay dos figuras que suelen confundirse con facilidad: el muralista y el writer. Esto se debe a que, con el paso del tiempo, la separación entre ambas figuras se ha ido desdibujando. No obstante, aunque ambos trabajan en el espacio público, sus objetivos y formas de trabajar son muy distintos. Vamos a ver en que difieren los muralistas de los writers, en que se asemejan, y en qué zona gris está la separación entre ambos.
Graffiti: más que letras en la pared
Primero lo primero: el graffiti. El graffiti nació en los años 70 en Philadelphia, y se desarrolló plenamente en Nueva York, dentro del movimiento hip-hop. Los writers empezaron firmando con sus tags en el metro, muros y callejones, como una forma de marcar territorio y hacerse notar. Una expresión artística simplificada que se desarrolló exponencial y rápidamente hasta el wild style y otras formas estilísticas mucho más elaboradas.
La clave aquí es la expresión personal. En el graffiti, el artista busca visibilidad, identidad y estilo propio. Busca respeto en la comunidad. En sus inicios, las piezas se creaban de forma rápida y sin permiso. Por eso, aún hoy, el graffiti se asocia a esa esencia rebelde y clandestina que lo hace tan atractivo para muchos, aunque sea una expresión artística que ya en los 80 se hizo un hueco en galerías de arte, y que actualmente tiene vertiente legal plenamente desarrollada.
Muralismo: arte con intención y planificación
Por otro lado, el muralismo tiene un enfoque más estructurado y un rol artístico más integrado en la academia. Un muralista trabaja con una idea clara, muchas veces con una historia que contar o un mensaje social que compartir, en un espacio designado para ello. Muchas veces, hablamos de proyectos encargados por colectivos, instituciones o incluso por el gobierno. En los últimos años, hemos visto como el muralismo se ha utilizado para embellecer espacios públicos y fachadas, como una forma de contribuir al urbanismo (y en algunos casos de forma colateral a la gentrificación).
En este caso, no se busca tanto el reconocimiento individual como la conexión con el entorno y la comunidad. Los muralistas se inspiran en el contexto social, político y cultural del lugar, y sus obras suelen mantenerse, ya que muchas veces juegan ese rol decorativo.
¿Qué tienen en común?
Aunque parecen mundos distintos, la diferencia entre el muralismo y el graffiti en muchos casos es difusa. Ambos nacen de la necesidad de expresarse, de ocupar el espacio público con arte y transformar lo cotidiano en algo visualmente potente. Además, hoy en día con el asentamiento del graffiti como una expresión artística aceptada socialmente, hay muralistas que vienen del graffiti y writers que experimentan con estilos más alejados del graffiti y cercanos al muralismo.
La frontera entre ambos se ha vuelto cada vez más borrosa. Es común ver murales con letras inspiradas en el tagging o el wild style, o piezas de graffiti que transmiten mensajes profundos, más allá de la búsqueda individual. Podemos decir que hay una amplia zona de contacto entre ambas áreas, en la que el elemento que marca la diferencia es el sentimiento de pertenencia o no a la cultura hip-hop, a sus principios y bases.
Por otro lado, en ambos casos encontramos ejemplos que claramente se diferencian. Sería el caso de toda la actividad dentro del graffiti que mantiene la vertiente más trenera, que goza de unos principios fuertemente asentados en la actividad ilegal, y que se aleja totalmente de cualquier actividad vinculada con el muralismo. Del mismo modo, dentro del muralismo podemos encontrar actividad muy asentada dentro del mercado artístico y de la academia del arte, que, por esencia, se aleja mucho de los principios del graffiti.
Entonces, ¿muralista o writer?
La diferencia está, sobre todo, en el objetivo de la pieza y en el contexto del artista. En muchos casos es probable que incluso no podamos saber sin un mínimo de investigación como encajar al artista de turno. También debemos tener en cuenta que a día de hoy, muchos artistas desarrollan ambas acepciones, una como forma de vida (la gente quiere comer, es una manía que tiene) y otra como desarrollo personal.
En cualquier caso, ambos estilos tienen valor artístico. Uno no es mejor que el otro. Mientras el muralismo busca dejar una huella duradera en la comunidad, el graffiti sigue siendo una voz libre que no necesita permiso para hablar.